Una feroz diatriba contra la Iglesia Católica, por FernandoVallejo.Durante los veintiséis años del pontificado del polaco KarolWojtyla (más conocido como Juan Pablo II), la población mundialaumentó en dos mil millones. A una cifra tal había llegado nuestraespecie en 1930, después de millones de años de existencia sobre laTierra. Nadie más responsable de ese aumento desmesurado que él, queanduvo por ciento treinta países de los cinco continentes predicandocontra el control natal, llamándose defensor de la vida porquedefendía un óvulo fecundado por un espermatozoide, el zigoto, quetiene el tamaño de una amiba.Hoy somos siete mil millones y el dañohecho es irreparable. Esta es la última de las más grandes infamias de la Iglesia. Las ocho cruzadas que devastaron la llamada Tierra Santa, el exterminio de las civilizaciones indígenas de América, laoposición a la libertad de conciencia y de palabra y a todo avance dela ciencia, la cohonestación de la esclavitud, la degradación de lamujer, la Inquisición, he ahí otras, a las que hay que sumarles suindiferencia ante la suerte desventurada de los animales.Losalbigenses, a quienes el papa Inocencio III, el hombre más poderoso de su tiempo, exterminó porque le enrostraban sus riquezas, llamaron ala Iglesia de Roma «la puta de Babilonia», tomando la expresión delApocalipsis. Dos milenios lleva delinquiendo, impune, abusando de lacredibilidad del rebaño y gozando de su impúdica riqueza. La puta deBabilonia, por lo pronto, le levanta el sumario de sus más grandescrímenes, cuestionando de paso la existencia de un Ser Supremo que deexistir los ha permitido, sin que haya servido hasta ahora en lo másmínimo el sacrificio de su único Hijo.
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